El apego es la base de nuestras relaciones, la piedra angular sobre la que se construye nuestra autoestima, nuestra capacidad de amar y ser amados, y nuestra forma de enfrentar el mundo. Quiero compartir contigo el fascinante mundo del apego, para comprender mejor desde su construcción hasta el impacto que tiene a lo largo de toda nuestra vida.
Definamos apego
El apego es un vínculo emocional profundo y duradero que se establece entre una niña o niño y una persona significativa, generalmente madre, padre o cuidador principal. Este vínculo es muy especial por ser intenso y sostenido, y por eso proporciona al niño factores como la seguridad, la protección y el afecto, sentando las bases para su desarrollo emocional y social.
El concepto de apego fue desarrollado por el psicólogo John Bowlby por la década de 1950. Junto a su equipo de investigadores, observaron que los niños que tenían relaciones tempranas cálidas y receptivas con sus cuidadores tendían a ser más seguros y adaptables en la vida, es decir, que no se desorganizaban ante circunstancias externas; mientras que aquellos cuyas relaciones tempranas habían sido experiencias más inestables o caóticas, eran más propensos a experimentar problemas emocionales y sociales, y respondían de manera más desadaptativa a los cambios en el entorno. Su enfoque se centró en cómo los vínculos afectivos tempranos influyen en la vida de las personas.
Sumado a esto, Mary Ainsworth, una psicóloga canadiense, colaboró con Bowlby y amplió su trabajo. Ella diseñó el famoso “Experimento de la Situación Extraña” para evaluar los diferentes estilos de apego en niños..
El Experimento de la Situación Extraña, evaluaba el apego en niños pequeños, especialmente entre los 12 y 18 meses de edad. Su objetivo era observar las reacciones del niño ante la separación y reunión con su cuidador principal en un entorno desconocido.
El experimento se llevaba a cabo en una sala de juegos donde el niño interactuaba con su cuidador y con un extraño, en una secuencia de 7 situaciones diferentes donde el adulto conocido y el extraño cumplen diferentes funciones entrando o saliendo de la sala, interactuando o no con el niño. Se observaban y registraban cuidadosamente las respuestas del niño (por supuesto con mucho énfasis en las no-verbales, considerando la temprana edad de los niños), y a partir de estas observaciones, se clasificaban cuatro categorías de apego:
- Apego seguro:
Son personas que confían en sí mismas y en los demás. Se sienten cómodas explorando el mundo y buscando apoyo cuando lo necesitan. Los niños con apego seguro muestran una clara preferencia por su cuidador, buscan consuelo cuando están angustiados y exploran con confianza cuando el cuidador está presente. Actúan con la certeza de una presencia predecible.
Un ejemplo sería ver a un niño que se siente seguro de alejarse un poco para jugar en el parque porque sabe que su cuidador está cerca y atento.
- Apego evitativo:
Son aquellas personas que evitan la intimidad emocional. Les cuesta confiar y expresar sus sentimientos.
Estos son niños que muestran poca o ninguna angustia ante la separación del cuidador, evitan el contacto físico con él y no exploran mucho, incluso en presencia del cuidador. Queda claro que el adulto no representa una presencia confiable, entonces evitan expresiones de afecto o dependencia afectiva.
Podemos verlo en alguien que se muestra distante o rechaza muestras de cariño.
3. Apego inseguro-ambivalente:
Personas preocupadas por la disponibilidad de los demás hacia ellas. Buscan constantemente confirmación y pueden volverse ansiosas o celosas.
Los niños con apego ambivalente muestran una mezcla entre buscar ansiosamente la atención del cuidador, a la vez que pueden mostrar resistencia o incluso ira hacia esa persona cuando están juntos. “Te necesito pero no me pudo fiar de tu presencia estable” podría ser una manera de graficar la experiencia interna.
Lo podemos observar en quienes necesitan constantemente la aprobación y atención de su pareja.
- Apego desorganizado:
Son personas que pueden mostrar comportamientos contradictorios y confusos, como una combinación de ansiedad y evitación.
Los niños con este tipo de apego muestran comportamientos desorganizados e inconsistentes, como movimientos corporales o expresiones faciales confusas. A menudo parecen aturdidos o desorientados, y pueden tener dificultades para calmarse incluso en presencia del cuidador. Probablemente responden a una historia de respuestas erráticas por parte de la persona cuidadora, entonces no saben bien qué deben hacer para obtener satisfacción de sus necesidades o deseos.
Ejemplos de este estilo podemos observarlos en las personas que alternan entre acercarse y alejarse de una relación sin una lógica clara.
Cada estilo de apego tiñe nuestras relaciones adultas y el modo en que regulamos nuestras emociones, es una dimensión de nuestro funcionamiento compleja y fascinante, que tiene un profundo impacto en nuestras vidas. Cuando lo comprendemos, podemos ser más conscientes de nuestras propias relaciones y desarrollar estrategias para construir vínculos más saludables y duraderos: un apego seguro nos brinda la confianza y la seguridad que necesitamos para explorar el mundo, formar relaciones saludables y enfrentar los desafíos de la vida, mientras que los otros estilos de apego puede derivar en ansiedad, depresión, baja autoestima y dificultades en las relaciones.
¿Ya identificaste tu estilo de apego? ¿Y el de tus personas cercanas? Me encanta leer tus comentarios. Comparte este artículo si crees que sería de utilidad para alguien, podría ser lo que está necesitando en este momento.
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